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Un de los motores más poderosos para la agricultura y el desarrollo social es sin duda, la gastronomía. 

La búsqueda de sabores, experiencias y el contacto con las raíces locales pueden dar una nueva visibilidad a los héroes anónimos, los pequeños y medianos agricultores que muchas veces tienen las variedades y los sabores pero no la visibilidad para poder llegar hasta los comensales indicados.

Conforme se va perdiendo la biodiversidad urge hacer una labor de rescate de los alimentos (frutas y hortalizas) ancestrales locales

En México, productos como los zapotes, limas, membrillos, arrayanes, nances, uvalanes, jaltomates, yaca así como muchas variedades criollas y locales de frutos más conocidos, tienen enorme potencial para generar nuevos sabores, ingredientes y platillos al mismo tiempo y se están perdiendo y olvidando.

La participación de chefs, cocineras, Organismos de la Sociedad Civil, influencers, entusiastas y por supuestos agricultores pequeños y medianos son y serán piezas clave para traducir el potencial culinario en desarrollo y este en conservación y riqueza integral para las áreas rurales menos favorecidas.

La hermoso de la gastronomía autóctona es que invita a salir de lo común y a buscar no solo sabores sino experiencias holísticas en contacto con la naturaleza y los productores originarios , donde están surgiendo promociones para explorar fondas, comedores y restaurantes familiares (muchos de ellos con mujeres expertas cocineras y custodias de las mejores recetas) ya en portadas de revistas y redes sociales.

Cada que tengamos la fortuna de experimentar los sabores auténticos autóctonos agradezcamos a los genios anónimos que están detrás de nuestro plato, haciendo un trabajo silencioso y discreto desde el campo. Tampoco reparemos en pagar más por esas experiencias, y más bien sintámonos patrocinadores del enorme legado gastronómico en riesgo de desaparecer.

Enhorabuena.

Gastronomía y agricultura, matrimonio perfecto.